jueves, julio 03, 2014
Fuera de la jaula
Punta de flecha
El día de mi muerte estaban todos. El invierno se había detenido y giraba sobre sí mismo como un tornado. Era una fecha patria, no recuerdo cuál, pero estábamos exultantes. Había enormes escarapelas cosidas a la ropa, a las cortinas, al pecho. Chorreaban nuestros corazones en límpidos destellos. Y reíamos.
Yo amaba ese tipo de celebraciones. La abundancia en el vestir, en el decir, me hacían sentir histórica.
Yedra había planchado las camisas y los trajes pálidos de mis hijos. Vestían iguales, bajo lema.
Antes de ir al Puerto a recordar la hazaña olvidada, salimos al patio trasero para cantar el himno. Arriábamos la bandera con cualquier excusa. Nuestro delirio marcial ya no sorprendía al vecindario. El oído plano de esa gente sin patria había incorporado los clarines y estridencias de las batallas que inflábamos contra la amnesia, con la sumisión típica de la clase acobardada.
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