sábado, octubre 14, 2017

ENTREVISTA A FERNANDA GARCÍA LAO: “ESTAMOS CONDENADOS AL FRACASO CON LA LITERATURA”

Escrito por Gustavo Yuste
La primera piedra.



Fernanda García Lao nació en Mendoza en 1966. Diez años después, su familia se exilió en España. Desde 1993 vive en la Argentina. Fuera de la jaula es su quinta novela. Es actriz, dramaturga, compositora y narradora. La periodista Silvina Friera la definió como “la escritora más rara de la literatura argentina.” En 2011 fue elegida por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los “25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”

La necesidad de correr los límites todo el tiempo

Si hay algo que destaca dentro de la obra de Fernanda García Lao es su carácter disruptivo y provocador, donde el lector es puesto a prueba con una historia que borra varias de sus coordenadas claves para lograr una apertura mayor de sentidos. En esa dirección, Nación Vacuna -la última novela de la autora argentina que vivió casi dos décadas en España- muestra el talento de García Lao para manejar lo inesperado dentro de la literatura.

Esta ficción ubicada en una suerte de presente distópico, aunque también podría ser el pasado o el futuro, ya que las líneas temporales no están del todo claras, la humanidad perdió todo rasgo de compasión o empatía y se entregó a su crueldad. “Me gustaba la idea de trabajar con esa carencia maquinal, porque la peor máquina somos los humanos”, señala García Lao a La Primera Piedra en relación con eso.

Me gusta más incursionar en las texturas, en los modos de decir del universo que se va creando, seguir casi de una forma rastrera las huellas que se van dejando.
Dialogando entre lo verosímil y lo fantástico, con breves coqueteos con otros géneros como la ciencia ficción o el diario personal, la novela avanza con pasos seguros en un terreno inestable, demostrando porque la autora es una de las más originales dentro de la escena literaria actual. “A mí como lectora me aburre cuando me dan información previa, prefiero que confíen en mi capacidad intelectual. Por otro lado, uno en su vida no tiene todas las lámparas encendidas, hay un montón de cosas que no se explican”, comenta.

— Al ser una historia tan particular, ¿cuál fue el germen de esta historia?
— Yo a los gérmenes no les presto mucha atención, hasta que se hacen severos. En general vos construyendo a partir de imágenes que me parecen inquietantes o me dan ganas de indagar a su alrededor, sin preocuparme por la trama, sino más bien por los estados. Ahí enseguida aparece una suerte de elenco o protoelenco y la tensión dentro del relato. Siempre me induce más el lenguaje que la trama.

— ¿Te dejás llevar por la historia?
— Por lo que yo siento que va necesitando. Una escena es responsable, casi, del nacimiento de la siguiente. No hago una especie de ruta previa, porque sería intervenir desde el lugar más previsible. En cambio, me gusta más incursionar en las texturas, en los modos de decir del universo que se va creando, seguir casi de una forma rastrera las huellas que se van dejando.

— ¿Dentro de qué género introducirías Nación Vacuna?
— No sé si es ciencia ficción, es más ficción que ciencia (risas). Me gustaba la idea de trabajar con esa carencia maquinal, porque la peor máquina somos los humanos. Además, como transcurre en Argentina, me pareció que tenía que ser prolija con el verosímil, pero en lo demás no me importaba. De todos modos, siempre se va pervirtiendo la idea original. En general suelo borrar algunas de las coordenadas básicas para que el lector se oriente solo.

— En el libro hay una suerte de presente distópico, donde también hay momentos de denuncia sobre la sensibilidad humana y la burocracia. ¿Vos como lo ves?
— Sí, por eso el protagonista mismo se nombra como funcionario, porque es funcional a un sistema al que no adhiere pero beneficia. Siempre parece que nadie es malo por motus propio, como la obediencia debida. Cuando la empecé a escribir el panorama político en Argentina era muy distinto y hoy puede llegar a leerse desde otro lugar. Estamos en un momento bastante maldito y uno se pregunta qué hace con la ficción: si imitar a la realidad o alejarse. Más en estos momentos donde todo está tan contaminado desde el lenguaje que se aplica y la acumulación de versiones para ocultar algo.

— Un poco en relación a la contaminación que hay en el lenguaje, ¿cómo puede hacer la literatura para llegar a los lectores ante el flujo de información que se maneja hoy en día?
— Yo no pretendo competir con eso (risas),es imposible. Yo asumo mi carácter diminuto. Además, nunca pretendí que la literatura pueda salvar a nadie. A lo sumo podés salvar a algún despistado, pero las masas no sé como funcionan y no pretendo saberlo, no es mi función. La literatura tiene varias capacidades que la realidad no tiene, como puede ser crear otros escenarios o transgredir los sistemas en vigencia, más allá de cuánta gente lo lea. Tampoco creo que en términos históricos haya habido buenos momentos para escribir, por eso descreo de los finales perfectos o cerrados. La sociedad ahora está muy acostumbrada a una lectura muy parcial y sesgada de todo lo que ocurre, conviviendo con el horror, la idiotez, una suerte de pastiche en donde todos los discursos se pelean por llamar la atención.

— ¿La literatura cómo logra posicionarse con respecto a eso?
— Todo lo que no está relacionado al instante hoy parece descartable, pero la literatura tiene otra velocidad. Es un momento para intervenir con otra conciencia sobre este presente del ridículo. No me parece que haya que pensar en términos de competencia, al menos desde una mirada exitista. Además estamos condenados al fracaso con la literatura, pareciera que es un mal innecesario.



— Volviendo a Nación Vacuna, el lugar que le das a la mujer como un objeto en esa especie de contexto atemporal es más que interesante. ¿Cómo ves a la literatura contemporánea y su relación con la lucha feminista?
— Me parece que si una se sienta a escribir ficción, no puede desoír lo que está ocurriendo a su alrededor, sería idiota hacerlo. Es una necesidad de estos tiempos correr los límites en los que la mujer estuvo retenida, pero sin hacer propaganda, porque no creo en la literatura que tenga esa función. Han aparecido escritoras con una oscuridad notoria y, que si bien siempre las ha habido, eran vistas como una excepción, pero ya no. Ojalá ya quedaran viejas estas discusiones y podamos pensar sin género.

— En tu literatura en general, y en Nación Vacuna en particular, se puede ver que no solés dar pistas al lector, ¿es algo a propósito?
— Es que a mí como lectora me aburre cuando me dan información previa, prefiero que confíen en mi capacidad intelectual. Por otro lado, uno en su vida no tiene todas las lámparas encendidas, hay un montón de cosas que no se explican. En ese sentido soy muy realista. ¿Quién te da explicaciones todo el tiempo? A mí no me las dio nadie: ni cuando fue el exilio, ni durante mi regreso. Lo que sí me interesaba en Nación Vacuna es pensar en dónde está el deseo de alguien que no vive donde quisiera, replanteando también el cuerpo de la mujer que suele ser visto para consumo. De ahí también un poco el juego polisémico con el término “vacuna”. Además, todos los días tenemos que autovacunarnos contra la realidad, hay que estar un poco loco o perverso para no padecer todo lo que está sin resolver.

— Me interesa eso que dijiste del lugar del deseo dentro de una vida que no es la que más nos interesaría. Se puede aplicar al plano laboral, pero también al familiar y al sentimental, ¿no?
— Sí, es un poco el seguir un surco ya trazado varias veces y el temor a cualquier desvío. Será por eso que me dedico a desviarme en mi vida.

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